domingo, 27 de julio de 2014

De autoridades y ecología

Ayer fue la fiesta de San Felices y estoy cabreada. No es por la fiesta, que también -muchos años han pasado desde aquellas fiestas multitudinarias en el chiringuito, cuando venía más de medio valle-, sino por el panorama que me he encontrado cuando he bajado al río.

Orilla del río arrasada

                El camino del río, por si no fuera ya suficientemente grande, casi ha doblado su tamaño, a costa de talar todos los salcillos, sauces, fresnos y arbustos que formaban este estupendo sotobosque y, para colmo de males, lo han dejado todo seco ahí apilado. A ver si arde.

Misma ribera en su estado natural

                Desconozco la razón y el responsable, pero no le encuentro el sentido. El bosque de ribera es el ecosistema más amenazado en España y seguimos arrasándolo año tras año sin pudor alguno.

                En lo primero que he pensado es que si el supuesto Parque Natural en el que nos encontramos funcionara y no fuera una simple declaración en un Real Decreto, sin casa del parque, sin controles, sin supervisión, etc., esto y otras muchas cosas no habrían pasado o, al menos, no impunemente.

             Después me he dado cuenta de que, si bien las autorizaciones y sanciones, en definitiva, la autoridad es necesaria, el origen del problema enraíza mucho más profundo: la educación y la concienciación de los habitantes.

                A lo largo de mi vida, y más especialmente en los últimos años, tras estudiar la carrera y tener algo de conocimiento de causa, he visto en estas tierras una amplia colección de atropellos contra la naturaleza de diversa índole y gravedad. Sé que pocos se deben a la simple y llana maldad de algunos individuos, y que nunca se podrán erradicar del todo; otra gran parte son debidos a transgresiones, a veces justificadas, de normas escritas o no; pero la gran mayoría de estos agravios se deben al desconocimiento de la población de su entorno, que generalmente, incluso con buena intención o inocencia, producen pequeños desequilibrios del medio que se acumulan y sinergian causando graves problemas.

                En este punto volvemos otra vez a las autoridades, las supuestas responsables de nuestra educación que, visto lo visto, hacen muy mal su trabajo. Es cierto que la concienciación ambiental de nuestro país está creciendo, pero hasta ahora es sólo una alarma que, puntualmente, salta en nuestro cerebro a la hora de reciclar o hablar del cambio climático. Y, sin embargo, no sabemos cómo responder a situaciones cotidianas simples que pueden ayudar al medio ambiente y a nosotros mismos a la vez. Ahí van algunos clásicos que a muchos les sonarán familiares:

- No eches herbicida a los "malditos" tréboles: aunque tengas tu césped medio invadido, los tréboles aportan verdor, color con sus flores, abejas y otros insectos benignos y, sobretodo, nitrógeno. Las leguminosas como los tréboles y la alfafa fijan el nitrógeno atmosférico y lo incorporan a la tierra en una forma disponible para las plantas. Los nitratos son esenciales para el crecimiento de todas las plantas y desaparece rápidamente del suelo. Mucha gente opta por echar fertilizantes, a veces de forma desmedida, que pueden contaminar las aguas subterráneas y los ríos -no olvidemos que los nitritos causan enfermedades que pueden llegar a ser peligrosas en los bebés-. En la zona del Rudrón, la tierra es bastante pobre y porosa, de forma que los fertilizantes percolan sin haber sido absorbidos por las plantas. Una buena combinación de plantas autóctonas puede reducir enormemente los requerimientos de fertilizante.

Trébol campestre

- Utiliza plantas autóctonas: las plantas alóctonas no están adaptadas al tipo de suelo -calizo o ácido, rico o pobre-, el clima y los seres vivos -aves, insectos, hongos, bacterias, tanto benignos como malignos-, de forma que probablemente mueran, crezcan mal o no den frutos. Además, pueden contagiar enfermedades a las demás plantas autóctonas. Requerirán abonos y fertilizantes en demasía, resultando caros y contaminantes. Sin embargo, siempre existe una amplia gama de hermosas y útiles plantas autóctonas que se darán de maravilla sin casi cuidados y beneficiando al ecosistema. Pregunta a alguien que sepa o busca una guía.

- No sueltes animales donde no pertenezcan: ya no se trata sólo del grave problema de las especies exóticas, como la rana toro, el visón americano o la tortuga de florida, sino de cosas tan simples y comunes como poner carpas u otros peces en los pilones. Porque, aunque resulte estúpido, hay gente en San Felices que se ha pegado -varias veces- la paliza de subir a la Campera a echar carpas al pilón, quizás para hacer la gracia, quizás pensando que un poco de vida vendría bien, y desde entonces las salamandras que criaban allí todos los años ya no están. Y esto es un serio problema, porque los anfibios están muy amenazados, y yo ya no conozco más sitios en San Felices donde críe la salamandra.

Carpas en el pilón de la Campera

- No utilices plaguicidas: excepto en casos muy preocupantes y de manera controlada, siguiendo las instrucciones. La mayoría de los plaguicidas, aunque no son lo que eran antaño, siguen bioacumulándose en la cadena trófica y causando graves daños en el ecosistema e incluso en las personas. Si utilizas insecticida, las aves, los lagartos, los erizos, los murciélagos y los sapos no tendrán de qué alimentarse o se envenenarán con ello. Si hubiera suficientes de estos simpáticos animales en tu jardín -existen multitud de trucos para favorecerlos- no habría problemas de plagas. Además, un plaguicida mal utilizado -exceso, defecto, malos tiempos- puede fomentar la plaga.
Lagarto verdinegro en la orilla del río, ahora, desprotegido


- No mates ni ataques animales: aunque creas que sean venenosos o feos. Casi todo el mundo piensa que los sapos son animales inmundos y venenosos; sin embargo, se trata de animales clave en los ecosistemas, simpáticos y rara vez dañinos. Algunos sapos, si se sienten amenazados, pueden exudar una sustancia urticante por la piel, que si entra en contacto con los ojos pica, pero nada más. Se comen los insectos y caracoles de tu huerta y no te inportunarán, al igual que los lagartos o los murciélagos.

             Otro gran incomprendido del mundo animal son las serpientes: primeramente, hay que decir que casi ninguna serpiente es venenosa, sino que son culebrillas inofensivas. Las únicas venenosas son las víboras, por cierto amenazadas, que se distinguen perfectamente por su pupila vertical -para más información ver entrada de víboras-. Las serpientes se comen a los ratones y ratas. Si te molestan cerca de casa, basta con coger un retel  o un cubo y echarlas fuera: probablemente no quieran volver.

- No alteres el medio físico: detalles tan pequeños como la minúscula presa que hicieron ayer unos niños en el río puede afectar negativamente al ecosistema: si el agua no circula bien, las algas muertas se acumulan, no dejan pasar la luz a las algas del fondo y los ranúnculos, unas flores preciosas, mueren; las culebras de río no se puede refugiar en estas algas, su principal escondite, y están a merced de las nutrias; el agua se estanca y se pudre. No digo que no se pueda jugar, pero hay que intentar dejar el medio como se encontró. Muchas personas, buscando cangrejos, dan la vuelta a las piedras del fondo del río y no las vuelven a colocar, y esto mata a las algas, los invertebrados que vivían debajo -base del ecosistema fluvial- y deja desprovistos de refugio a los cangrejos, los peces o las culebras.

- No alimentes a los gatos callejeros: es cruel, pero a la larga es mejor para ellos y para todo el mundo, pues probablemente mueran en invierno de frío o falta de alimento. Los gatos de pueblo deben estar castrados, ya que crían de forma descontrolada y suponen un grave problema para el ecosistema: transmiten enfermedades graves a las personas y otros animales; y depredan todo lo que encuentran: acaban con todos los lagartos, lagartijas, crías de aves, musarañas y demás animales que encuentran, empobreciendo gravemente el ecosistema y diezmando especies amenazadas. De hecho, el gato se considera, después del ser humano, la especie actual que más especies ha extinguido.

Culebra viperina saliendo bajo un alga a tomar aire

                Finalmente, queda claro que un ecosistema completo es un ambiente sano, que se autorregula y funciona, y nosotros podemos formar parte de él y beneficiarnos si aprendemos a respetarlo y comprenderlo. Esto es la base de la ecología, pertenecer al ecosistema, y es lo que debe aprender la sociedad y, más especialmente, los niños. Porque hay muchas cosas que hacemos mal por desconocimiento, pero eso se puede arreglar fácilmente entre todos.

Ranas verdes en la piscina del balneario de Valdelateja


                Existen una infinidad más de problemas y soluciones sencillas, y estaré encantada de recopilar y publicar cualquier sugerencia o pregunta en entradas siguientes.

miércoles, 9 de julio de 2014

Bares y restaurantes


El Mesón Valdelateja

En el valle del Rudrón contamos con un escaso pero selecto número de bares y restaurantes que no te puedes perder en tu paso por la comarca.

En Valdelateja podemos disfrutar del mejor lechazo que probablemente podáis probar, asado en horno de leña y seguido de unos deliciosos postres caseros. Todo ello en el Asador Santa Centola y Santa Elena, a la entrada del pueblo. http://www.asadorsantacentola.com/


Ambientazo en la terraza del asador Santa Centola

Cruzando el puente, asomándose sobre el estruendoso río, se encuentra el Mesón Valdelateja, el cuál oferta una gran variedad de sofisticadas tapas y raciones, además de numerosas cervezas de importación. No te vayas del valle sin probar la relajante experiencia de tomar una espumosa Schmucker en la terraza sobre el río: quizás tengas suerte y puedas ver los mirlos acuáticos -¡o incluso la nutria!- sumergiéndose entre los rápidos.
Vistas del río desde la terraza del mesón

En Quintanilla podemos ir a tomar un buen plato combinado con huevos de pueblo en La Encina, tomar un café en la galería sobre el Ebro en el bar de la gasolinera o un buen menú en el Mesón Ebro.

En Tubilla del Agua encontramos un bullicioso local en el que preparan unas "hamburguesas guarras" -como ellos mismos denominan- y unas pizzas que hacen feliz a cualquiera que se precie de buen comer.
En Orbaneja del Castillo, uno de los pueblos más turísticos de la zona, podemos encontrar varios bares y restaurantes. Recomendado es tomarse unos pinchos en las terrazas de El Arroyo o El Abuelo, junto a la cueva, o comer unas setas de temporada o un buen chuletón en El Rincón.


A la derecha, terrazas de El Arroyo y El Abuelo