domingo, 1 de diciembre de 2013

Sol de medianoche

Lejos quedan ya los tibios atardeceres veraniegos, cuando la brisa descendía suavemente por los collados; sin embargo, el reflejo de la luna llena en el río a las puertas del invierno se me antoja similar. Como un sol de medianoche.

Rudrón en San Felices, luna llena


Los últimos alaridos de los vencejos se funden con el murmullo de los chopos, que con sus trémulas copas pincelan el cielo de pálido rosa. Y el río cobra vida. Un sinfín de tenues sonidos inunda el ambiente, como una antigua melodía: las truchas y pececillos emergen de las negras aguas para abalanzarse sobre la maraña de insectos, que es asediada desde arriba por los murciélagos: yo casi no los veo, como saetas dirigidas en la noche, pero sí se oye su canto retumbar entre las ramas. El Parque de Hoces del Rudrón es conocido por el gran número de especies de murciélagos que alberga, especialmente en la ribera y las cuevas.

La pareja de mirlos acuáticos retorna al hogar tras un bullicioso día: ambos se arrejuntan bajo el techado de El Chiringuito, inmóviles.

Mirlo acuático en el Rudrón, San Felices

La luz diurna se escapa entre los montes, pero la luna llena ilumina el camino. Un corzo ladra a lo lejos y otro le contesta: es junio, y pronto se aparearán. Resuena un siniestro alarido en el bosque: es el cárabo, que me acompaña con su periódico canto a través de la floresta.

Río Rudrón


Y entonces las veo, y ellas me ven. Se sumergen silenciosamente y nunca las volví a ver, aunque muchas noches se pueden oír sus juegos y risas entre los sauces: son una nutria y su cría, que recorren el Rudrón en sus andanzas por la vida.

Cantan las ranas verdes a coro, en las charcas escondidas, lejos de las zarpas de la nutria y el visón: celebran su amplexo, que en breve dará lugar a miles de renacuajos.

Rana verde

Renacuajo de sapo corredor